sábado, 2 de agosto de 2008

Camino a casa


Ya la nicotina consumida,
Ya el viaje iniciado,
Ya la palabra escuchada,
Ya la palabra leída,
Ya la imagen vista,
Ya montado en ella.

Ya hay bastante llenura, y el viaje de regreso se debe emprender. Primero el arduo trabajo de levantarme de esta silla, luego unos apretones de manos y abrazos, para bendecir el camino. Abro la puerta vieja y grande, está con un sonido de cierre de chapa y tablas anuncian que hay que dar pasos entre la lluvia, que suavemente recorre las calles. Dos pasos y ya estoy en medio de una feroz tormenta de provincia. El pueblo parece acogerme, me arrulla en la cuna de su silencio. Empapado por unos pasos de ficción, veo como el monumento a la fe alza su cabeza por encima de todo lo bajo, pregonando el tiempo de vida y muerte, que nace y desfallece con ella, la fe. A instantes acelerados estoy frente a una casona, con fachada colonial, pero a su vez con un brochazo de modernidad que dice: “súper-mercado”. Recuerdo que el camino no siempre es alegre y jugoso. Llego esta diminuta conclusión casi como una sentencia. Mis ojos se posan en la ventana donde deliciosamente cuelga la carne muerta, que dentro de unas horas alimentara a montones de caníbales hambrientos, entre esos yo.
Mi corazón acelerado, mi estomago revuelto, y la paz la encuentro en una gran puerta de una esquina, es una cantina, me tranquiliza saber que antes unos viejos probablemente borrachos y extasiados de vivir, departieron palabras, del hermoso recuerdo de antaño. La cantina me calma mientras la veo en silencio.

Continuo la marcha. Con pies en la tierra y con cabeza en los cielos. Ahora no se si esto lo sueño o lo vivo, tal vez las dos al tiempo. Rápidamente descubro que ya estoy en otra esquina y que mi cuerpo tiembla, veo apoyado contra un muro aun tipo, que en medio de la oscuridad hace un leve movimiento de cabeza. Me saluda. El encuentro con otro cuerpo y con otra mente me perturba, no se que viaje tiene en sus hombros y no se que imágenes perturban toda su forma; sin embargo se que estoy ligado a ese ser y a todos los que histéricamente dicen vivir.
Camino por inercia al lado de casas construidas con estiércol, son firmes, grandes, calurosas y perfectamente diseñadas para albergar al silencio. Me ha regalado paz para el camino. Cuanta belleza, cuanta humildad elevada, cuantas sensaciones me regala este pueblo, esta tierra, testigo de tantas vidas y crueldades.
Este sitio, este lugar, esta montaña, es una cosa, mi pasado, mi presente y no quiero sellarlo desde ya con la palabra futuro. Será mejor respirar profundamente e imaginar que todo mi cuerpo es alimentado con vida, con aire gratis. Creo que aquí todo es muy profundo, y allí abajo, en la parte mas oscura de su profundidad esta pariendo con nosotros eternamente. Que dolor, que sentencia, es saber que se lidiara con la presencia diaria y estruendosa, de los habitantes. Este lugar los agota, los despierta y los duerme, con el acto de los días. Todo al antojo de la tierra. Nos dejamos llevar por esa línea diaria, y este paisaje montañoso sufre, con saber que fácilmente nos dejamos someter. Ya este lugar es triste y solitario, millones de estrellas la acompañan a distancia, mientras ella llora por nuestras palabras y obediencia.





Finalmente entro en los limites del barrio fúnebre, donde las campanas no doblan, donde los rostros parecen blancos como la nieve que nunca he visto. Me encuentro enfrente de mi casa, saco de mi sobretodo las llaves, que entonan un sonido de cascabel metálico, abro la puerta acelerado por el frió. Estando adentro me quito la ropa, que parece pesar enormes cantidades, seguramente absorbió el viaje y mis cavilaciones.
Estoy desnudo, veo mi cama y encuentro bastante atractivo todo mi viaje, casi perfecto para este escrito. Seco el carriel, acomodo un par de cojines, saco una pluma y hojas en blanco. Dispongo un cenicero, unos cuatro cigarrillos, una veladora vieja y comienzo a extender en la cama cada una de las palabras que me acompañaron en el recorrido por este viejo valle. Seduzco palabra por palabra, hasta que me entregan su jugosa dulzura.

Ya terminado el escrito,
Ya terminado el viaje,
Ya la cobija encima,
Ya el ritual de movimiento,
Ya la magia,
Ya los parpados se cierran y el sueño comienza de nuevo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que mas pues el viejo Turis, viejo lei tu escrito y parece que hiciera el recorrido al mismo paso tuyo, todas las imagenes aparecen en la cebeza al tiempo que las vas
"mostrando" excelente guevon que estas publicando tus escritos, gracias por invitarme a leerlos, (es muy bueno leerlos para disfrutarlos no para criticarlos). alejo

Anónimo dijo...

excelente escrito ...algo descriptivo y vivaz me llego