lunes, 25 de agosto de 2008

Hombre

Pintura de Van Gogh

Como se rompe la cabeza y millones de partículas se riegan. Por cada parte de este cuerpo unido por piel, huesos, músculos y miseria, corre la sangre de alguien. Infinitas probabilidades de ser yo quien esta en el suelo.
Enfunde mi arma, apunte directo, las balas atravesaron, y el horror solo fue escaso. La huida es sencilla, el abandono difícil. La imagen de el nunca se borrara, será para mi como un pintura renacentista, tan importante que se cuidara, desempolvara y se expondrá en el cementerio para deleite de todos. Yo visitare esa imagen a diario. Me dará fuerzas para agarrar mi arma, cada que el dinero desaparezca, cada que mis lujos me abandonen, cada que el hambre aparezca en mí estomago y me hable como un Dios.
Tengo tantos espíritus en mi equipaje, que me es difícil ser un solitario, estos me hablan, tengo con quien conversar, y aquellos no tienen como señalarme, por que sus manos no responden, sus manos no se mueven dentro del ataúd. A veces confundo sus voces con la mía, a veces me despiertan al amanecer, para que disfrute el abrir del día por ellos.
El alto cielo no los recibe y habitan conmigo. Mis manos por ser humanas los condeno a seguir esta vida de cerca. Con ellos no me siento un condenado. Solo tres asesinatos recuerdo, creo que por ser los primeros y por antigüedad. El primero, tres balas, el segundo, cuatro balas, el tercero...mas tonto si contara los casquillos de todos.
Hoy enfunde mi arma pero no apunto a un ajeno, siento la boca del hierro fundido en mi cráneo, es mi hierro, mis vidas, mis hombres, mis espíritus, mis amigos, mis enemigos, mis seguidores. Me reuniré con ustedes, no espero juicio, no espero nada, por que no soy un condenado. Tomo mi existencia en mis manos, igual que agarre la de muchos, merezco la misma fortuna, la misma dicha. Dicen que al momento del disparo, del impacto, solo se escucha un silbido horrendo, espero reconocerlo, estoy ansioso, talvez ese sonido es una trompeta que me dará la bienvenida. Hoy será tan solo una bala, seré certero, como siempre, no habrá errores.
Esta noche, este día, esta vida, este yo, observa las lunas, los soles, los desiertos y descubre las frases que nunca mas serán pronunciadas. Veo mi doble, mi triple y encuentro la fascinación por el dolor, que bueno no ser un cobarde, es por que aprendí a sortear los combates, ¿suerte o azar?, no se si me habrán acompañado pero los sentí cercanos. Dedique todas mis cosas al gatillo y fui triunfador. Tome todo en mis manos, tal y como en este instante.
Es preciso aquel silbido, aquellas trompetas, basta ya de tanta vacilación, hay un grupo, una reunión de ánimas que espera para celebrar conmigo.


Y las trompetas dieron entrada al anfitrión de la fiesta, que a su vez era el festejado.

viernes, 22 de agosto de 2008

Antonio






Casi por ayuda de las ánimas, Antonio, abrió los ojos, la iluminación de un nuevo día, como acabado de salir del horno. Nada piensa un hombre recién levantado, nada, solo una gran emoción de haber salido del sueño. Debe comenzar a cansar todos sus ánimos si quiere volver a la cama. Se levanta se dirige a su cocina, que apesta a quemado, nunca fue buen cocinero. Prefiere la comida con hedor a manos ajenas. Prepara un tinto, busca en una gaveta del corredor principal una caja de cigarrillos. Desliza una silla a su comedor, ubicada perfectamente al frente de la ventana, ventana que sirve para la huida de todos los humos y vapores de las cosas que consume. Prende el cigarrillo, toma su tinto, y comienza a agendar cada una de las horas que habrán de llegar sin demora, siempre puntuales.
Primero un baño, vestirse, cepillarse los dientes, dejar la veladora prendida para la virgen Maria, la bendición, las escaleras que apuntan a la calle, la calle, el sol, el sonido de los carros, el policía, su vecino, que saluda desde el balcón. Llega a su puesto de venta, que queda a ocho cuadras, saluda al celador de un cajero desgastado y viejo. Le quita el plastico encima a su puesto de chucherias, vende cigarrillos, chicles, galletas, papas, súper coco, mentas, fósforos, maní, etc. Limpia cuidadosamente toda su mercancía, abre unas puertecitas del puesto de madera y saca una pequeña silla. Saca un grabadora, la conecta a unos cables de luz que pasan por encima del andén, coloca su emisora preferida, enciende un cigarrillo. Se sienta, llega un cliente, es un chicle que se vende por doscientos pesos. Llega la señora de los desayunos, le compra uno, come, se toma una bolsita rellena de limonada, también las vende y las guarda en un baldecito.
Ahí apenas comienza a salir el sol calcinante, ahí apenas comienza su naufragio de chismes callejeros.
Ya habiendo agendado su día, en un lió presupuestado para el resto de su vida. Esta vez abría algo diferente, un simple golpe en la puerta. Tocan a la puerta, es el ama de llaves de la pensión, le dice que abajo le espera una llamada, cuatro cartas en el correo y el periódico. Se coloca toda su ropa, después de un agonizante baño, y contesta la llamada.
-Don Antonio le llamamos para avisarle su plazo en desalojar el anden, y ha usted lo ubicamos en un mejor sitio, si quiere pasa por aquí y conversamos-no gracias, los dejo tengo que trabajar. Cuelga el teléfono y mira las cartas, solo las cuenta, recoge su periódico y se para en la esquina, allí se encuentra su cantina preferida, pide un aguardiente, mira las cartas, la primera es de su hija que le habla desde España, la segunda es un certificado de defunción de su esposa muerta ya hace seis años, la otra es de espacio publico, van tres cartas y la cara del hombre no parece muy satisfecha. Tiene una mirada seca, casi sin ninguna expresión. La cuarta es de un viejo amigo que anda tras las rejas y la quinta carta es de su funeraria. Mete su mano en el bolsillo de su gabán, saca un encendedor y le prende fuego a las cartas sin abrir, afuera en la calle. Se toma el aguardiente de un tirón, lo paga y se va en dirección opuesta a su tienda de chucherias. Camina una hora exactamente y entra a un café, pide un tinto, un cigarrillo que prende para hacer la mezcla perfecta. Una mujer lo mira, casi sin moverse, el hombre, Antonio, llama a la mecerá y pide que le lleven un tinto a la mujer que lo mira, pero esta lo rechaza y a cambio le envía una nota que dice-no valgo un tinto, solo una mirada y una boca cerrada-. Antonio algo apenado, se para y se sienta frente a ella, saca un papel y escribe con el lapicero de ella, que se encontraba sobre la mesa-¿camina usted conmigo?- la mujer asiente con su rostro y ambos se pierden en las calles.

sábado, 16 de agosto de 2008

El viejo, el viejo y su campo



No deseo un oráculo, no necesito letreros de guía, no pretendo que alguna voz mas arrogante que mi propia voz, señale mi destino, solo deseo un terreno dispuesto y fértil. De lo demás me encargo yo, el arte lo creo yo. El terreno está. Dispongo de un estante perfectamente diseñado para almacenar mis herramientas. Las uso para fortalecer esta propiedad que muchas veces parece estéril.
Comienzo mi trabajo, el sudor se dibuja, mientras la labor se lleva a cabo. Combato las plagas por el amor a mi tierra, que en última instancia soy yo. Crecen mis plantas y me alzo junto a ellas, como un guerrero después de la lucha. No soy buen jardinero, pero si un ser paciente. No poseo un susurro que aliente mis combates, pero si obtengo un ego.

Esta es mi tierra, mi yo, es desconocida, no hay habitantes, no hay puerto, no hay hoteles, solo una casucha que alberga cada una de mis partes. Aquí no veo hombres, solo demonios que recorren los campos después de media noche. Los veo desde mi ventana juguetear con toda mi cosecha, no los espanto, no los detengo, por que ellos hacen parte de la naturaleza de este espacio, convivo con ellos.

Aquí, en este lugar, en mis adentros, me siento la cosa más compleja e inexplicable, pero atesoro esa forma que se deforma, junto a mis frutos, por que en últimas ese soy. Solo observo como un estudioso puede prestar atención a una especie y toma nota de cada cosa, grande o pequeña, prefiero no olvidar nada. Soy mi propio testigo, en mi campo.

Mi nombre es Gilberto, desconozco el significado de mi nombre, pero no lo que es un campesino. Un espíritu de monte, de tierra, de fortaleza. Vivo cercano a una cascada que habla a diario con el resto del mundo, a veces parece ser que solo yo la escucho. Nunca bajo a el pueblo, hace mucho que no se que es pisar asfalto. Prefiero la ruidosa plantación, que la estrepitosa y quejumbrosa población, que observo desde aquí, de este sitio que he bautizado como mi infierno-cielo. Soy celoso con mi espacio, respeto al visitante, pero no lo aguanto más de tres días con sus tormentos. Prefiero no ser hipócrita y echarlos a patadas después de que ha pasado el límite de los días.

Mi familia a muerto, mis amores se desvanecieron tan rápido como lo hace un suspiro. Aquí estoy haciendo, escribiendo mi propio destino, con mi tierra, con mis manos, con mis rosas, con mis frutos, con mis animales, conmigo. Que mas puede esperar un hombre, solo lo que viene de él y de lo que ofrecen sus manos.
Ruego al mundo, a los hombres, al estado, y aquellos, que desean ser infiltrados, a que abandonen el plan de perturbarme. Miren allí, abajo, hay un circo, y es mas entretenido que fisgonear a un viejo que no tiene nada de importante. Hagan sus malabares, hagan sus guerras, pero fuera de mí y de mi terreno.

Hay días en que lloro, pues ningún ser es tan egoísta como mis canas. Quisiera compartirles, pero a distancia, con una simple carta.

Me siento agotado, próximo siento mi descanso, no hay afán, solo tranquilidad. Amigos, mis demonios, debo decirles que a ustedes heredo esta tierra, que ya florece con mi tos, mi enfermedad y mi muerte.
Doy espacio para que esta zona se colme de belleza por mi partida y esa será mi señal para mi viaje eterno. Me despido de mi tierra, de mis demonios, de mis rosas, de mis frutos, de mis animales, del único vecino y amigo que fue está cascada. Me despido de todo, inclusive de mi mismo, ya no seré un intruso en mi propio hogar. Esto será lo que deseaba, mi infierno-cielo, devorado por los que esperan mi partida. El ultimo minuto y llega la despedida, el abordaje.

jueves, 14 de agosto de 2008

Cuatro Días






Día Uno

Es un miércoles seis de agosto y aquella casa que hábito en las noches, esta poblado por ojos y oídos hambrientos por escuchar el virtuosismo de esos músicos amigos que desean darnos una noche de placer sonoro. Todos aquí son conocidos, todos aquí son íntimos, nos une la causa de un hogar para la creación. Y ver este lugar habitado por un publico que cree en la lucha, emociona nuestros corazones, sabemos que hay un apoyo emocional a distancia que levanta su voz pidiendo más para su imaginación, que muchas veces se ve troncada por la realidad. Esa misma noche rondaron fantasmas en las pequeñas habitaciones de la casa, pero eran parejas de espectros, escondidos para amarse. También la famosa habitación del pánico, se incendio en agradecimiento, y su humo comunicaba en una clave que muy pocos entendíamos y que anunciaba su felicidad por revivir estas paredes de antaño.
El teatro mágico también pudo jugar sus efectos psicológicos dentro un publico, que sin darse cuenta se entregaba a una dinámica infinita, a que hermosos rostros de asombro al ver como el lenguaje se los devoraba, ni siquiera sentían los colmillos atravesando su razón, lo único que sentían era miedo y rabia, estaban asqueados de dar vueltas en el símbolo del infinito que observaban sin perder detalle. Luego vino la calurosa voz de un amigo poeta para calmar el desborde de sensaciones. Y la voz fue meciendo los cuerpos y la conciencia, hasta dejarlos en un trance de frágil descanso. Ya la hora de mover los pies ha llegado. Es el instante justo para apagar las cabezas. Dormimos.

Día Dos

Jueves siete de agosto y la cosa aun continua dando tumbos por ahí en los corredores, hoy como el día anterior, es especial, hoy se toma guaro en compañía de un viajero escénico. Es un joven con posición segura en el cuerpo y en lo que dice, penosamente lo que expresa da cuenta del lugar en que anda, es en un laberinto de rosas rojas, y el solo ve las rosas, no ve los caminos de su propio embrollo. Largas conversaciones se gestan a medida que el licor calienta las cabezas, con el pasar del tiempo y de la noche, se ponen muy calurosas, tanto que todos quieren hablar al tiempo, sin saber que finalmente nadie escucha a nadie. Solo suenan balbuceos que rompen con el silencio que otras veces propone la casa. Y hoy los lazos se hacen delgados al inicio y fuertes al final. Una despedida, un ultimo trago, una ultima mirada a los ojos y dormimos.

Día Tres

Viernes ocho de agosto. Hoy mis sensaciones no intuyen nada, precisamente mi cuerpo esta tendido en mi habitación, presumiendo un viaje, no hay dinero, esta la invitación, esta el animo, pero hay una quietud en la posibilidad que anda tras de mi. Un alma que nunca me abandona, se acerca a mi cueva y de una manera bastante generosa y amorosa extiende su mano y levanta mi espíritu de vieja con un puñado de billetes que guardaba para mí ya hace días. Me dice: “el gusto por vivir es algo que nunca voy a arrebatar de tú forma de ser, por que reconozco que eres el ser que mas ama vivir”. Estas palabras son un gozo para mi y un aliento para el recorrido que viene sin cesar, como el cause de un frondoso río. Son las siete de la noche, y comienzo a correr contra el tiempo, que pareciera siempre ser un enemigo al acecho día tras día. La gran ciudad me espera, y abandono por un tiempo la cuna y las montañas que a diario me vigilan.
Bajo del ataúd que cruza la ciudad y comienzo a correr como un desesperado sediento de ver arte escénico, me espera un teatro de viejos cuerpos y de pensamientos nuevos. Atravieso seis cuadras en todo el centro de Medellín, una de esas cuadras es la avenida oriental, siempre le he temido a esa gran calle, por que todo corre velozmente, como hombres apresurando su muerte, entre mas aligerado vive un ser, mas pronto llega su despedida.
Cruzo la calle metido entre un cardume de peces, por que mi temor es poderoso, por que mi temor a la ciudad es inmenso, me parece que aquí muchas cosas no son muy tranquilas, no gozan de la cercanía a un árbol sano y a un aire fresco. Llego agitado a la puerta del templo, cortésmente un hombre de cabellera larga me permite entrar rápidamente, voy directo a las sillas del público, me entrego al juego nocturno que regalan estos cuerpos hechos vehículos para espíritus literarios y sueño con ellos.
La imagen sedujo todas las mentes, la poesía alimento a un buen público y los actores hipnotizaron a todos los presentes, incluyéndose ellos mismos. Saben manjar de una manera bastante romántica este arte, que solo se construye con la vejes y con el paso de muchos obstáculos.
Ya la obra ha terminado, no imaginaba lo que acontecería ese resto de noche, pero ya había tenido bastantes sorpresas. El “Bar” de este templo es hermoso, tiene migajas del pasado regados por todas las paredes, hasta los baños tienen escrita su historia. Parezco un niño que visita por primera vez un museo o algo parecido. Me siento en una mesa solo, por que los personajes que me invitaron tienen cosas que hacer, y yo aprovecho para deleitarme como extranjero con algo nuevo. Las mujeres rondan de aquí para allá, en esta enorme casa, y solo puedo enviar miradas insinuadoras, ya que no soy muy buen galán.

Comienza a llegar gente que nunca espere volver a ver, y disfruto de la buena compañía, de la cortesía de muchos tragos ofrecidos. Uno de los tantos personajes que ya compartían mesa conmigo, por ser un extraño silencioso, además de un invitado, me convida a dar una vuelta por el centro de Medellín, quiero romper con el miedo y acepto la propuesta. Recorremos seis cuadras exactamente, entre desechables, olores a marihuana y smoke, llegamos a un parque que es llamado el periodista, allí nos sentamos a intercambiar palabras, hablamos de drogas, de mujeres, de poesía, de teatro y de planes futuros. Ya doy cuenta de cuan larga fue la conversación. Nos tomamos unas cuantas cervezas y se arrima un tipo con un rostro bastante peculiar –a mil quinientos el porro- mi compañero de viaje, que parecía ser mas bien mi guía, respondió con un tono bastante seguro –déme cuatro-el hombre clandestino se va y regresa con la droga. Mi amigo comienza fumar a botar y botar bocanadas de humo natural, me pasa la hierba de la madre que pisamos a diario y fundo en un lugar poco usual para mis sentidos, me empiezo a transformar en un ser mucho mas atento, las miradas de todos los presentes en ese parque casi no importan, los olores ya parecen agradarme y las palabras de mi guía las siento más amigables, más intimas. En ese estado decidimos devolvernos, seis cuadras, seis cruces, seis posibles muertes, seis segundos, seis pensamientos, mas de seis emociones, me agito. Estamos de nuevo en las puertas del teatro.
Al entrar vemos a unos viejos con vestidos blancos, con sombreros colombianos y con instrumentos al hombro. Había una mesa grandísima dispuesta para los invitados, que eran recién llegados. Eran hombres viejos con caras de sabios, con una piel arrugada que formaba montones de bocas que hablaban del pasado.
Mientras yo los observaba con curiosidad de bebe, alguien me toco el hombro, era mi anfitrión, me invito a muchos tragos de aguardiente y me llevo a conocer el resto de su templo de creación, empezamos a recorrer los laberinto que se escondía tras bambalinas, yo debía sostenerme de las paredes para no perderme ninguno de los detalles que encontraba, por que parecía que cada uno de ellos me tragaba. Nos sentamos en una terraza, a la cual llaman el aeropuerto, seguramente allí a través del paisaje nocturno de Medellín, más de uno termina en tejados ajenos, y sobrevolando callejuelas para encontrar algo, que explique el caos y el aceleramiento de esta pequeña metrópolis Antioqueña. Fundo mas conciencia, y más agudos, y más certeros se vuelven mis sentidos. Vamos de nuevo a la planta baja, nos sentamos fumamos mas cigarrillo, tomamos mas licor y... de una manera sorpresiva, aquellos viejos comienzan a tocar. Todos los que estábamos allí nos pusimos de pie, se nos iluminaron los ojos, la sonrisa nos dio tres vueltas por todo el cuerpo, como una corona de hombres felices.
Mis lagrimas saltaron de mis ojos, de inmediato las seque, estaba extasiado, todo mi cuerpo se unía a la armoniosa música de antaño, nos hacían renacer, nos enviaban de regreso a el pasado, con nuestros ancestros, todo a través de la música, de un sonido puro y real. Gaitas, tambores, maracas y la vos de un sabio, que narraba hermosas historias. Nos sentíamos vivos, nos mirábamos, y luego, como por un acto de magia nos abrazábamos. Estábamos hechizados, estábamos en trance, estábamos en ritual de existencia. Y yo volaba complacido. Creo que no alcanzo a describir tantas cosas que sentí, me queda corta la palabra. Duramos horas en ese estado, en ese sueño que ninguno quería que terminara.
Finalizo la noche. Partieron los viejos y llego el amanecer, fuimos a casa de mi anfitrión a fumar unos ricos cigarrillos cubanos y ha conversar. Hora de descansar, hora de reposar y repasar todas estas cosas. Dormimos.

Día Cuatro

Me levanto después de dormir tan solo tres horas, y recuerdo mi compromiso de viaje con mi hermano. Me despido de mis anfitriones y de los nuevos amigos, les agradezco tanta belleza. Comienzo entusiasmado un nuevo día en el centro de Medellín, otra vez el ataúd, otra vez caras largas en las calles, otra vez espíritus errantes y llego a girardota. Un baño, un bocado de comida y arranco con mi hermano conversación de mi noche, lo canso un poco de toda mi narración. Llegamos a otro concierto, allí escuchamos música para el baile y el cortejo. La autoridad interrumpe todos los instantes y este no era diferente. Vemos muy asustados como en pleno disfrute, la autoridad golpea a un joven que participa de esta tarde y gritamos como pueblo unido – ¡Hijueputas, Hijueputas, Hijueputas!- me recorrió un escalofrió de ver como la tragedia y la injusticia podría unir a un montón de desconocidos. Termina el caos y sigue la fiesta de la música en los movimientos de los asistentes. Regresamos mi hermano y yo tras celebrar nuestro lazo familiar en esa tarde. Estamos en girardota, él aun con el ánimo y la ansiedad de continuar la fiesta, y yo, ya agotado, casi como un viejo aguafiestas. Le digo adiós a la noche que llega, y me entrego a la reflexión de todos estos días, en mi cama, en mi papel y en mis sueños. Duermo, descanso, me aliviano y completo el final de estos cuatro días.

sábado, 2 de agosto de 2008

Camino a casa


Ya la nicotina consumida,
Ya el viaje iniciado,
Ya la palabra escuchada,
Ya la palabra leída,
Ya la imagen vista,
Ya montado en ella.

Ya hay bastante llenura, y el viaje de regreso se debe emprender. Primero el arduo trabajo de levantarme de esta silla, luego unos apretones de manos y abrazos, para bendecir el camino. Abro la puerta vieja y grande, está con un sonido de cierre de chapa y tablas anuncian que hay que dar pasos entre la lluvia, que suavemente recorre las calles. Dos pasos y ya estoy en medio de una feroz tormenta de provincia. El pueblo parece acogerme, me arrulla en la cuna de su silencio. Empapado por unos pasos de ficción, veo como el monumento a la fe alza su cabeza por encima de todo lo bajo, pregonando el tiempo de vida y muerte, que nace y desfallece con ella, la fe. A instantes acelerados estoy frente a una casona, con fachada colonial, pero a su vez con un brochazo de modernidad que dice: “súper-mercado”. Recuerdo que el camino no siempre es alegre y jugoso. Llego esta diminuta conclusión casi como una sentencia. Mis ojos se posan en la ventana donde deliciosamente cuelga la carne muerta, que dentro de unas horas alimentara a montones de caníbales hambrientos, entre esos yo.
Mi corazón acelerado, mi estomago revuelto, y la paz la encuentro en una gran puerta de una esquina, es una cantina, me tranquiliza saber que antes unos viejos probablemente borrachos y extasiados de vivir, departieron palabras, del hermoso recuerdo de antaño. La cantina me calma mientras la veo en silencio.

Continuo la marcha. Con pies en la tierra y con cabeza en los cielos. Ahora no se si esto lo sueño o lo vivo, tal vez las dos al tiempo. Rápidamente descubro que ya estoy en otra esquina y que mi cuerpo tiembla, veo apoyado contra un muro aun tipo, que en medio de la oscuridad hace un leve movimiento de cabeza. Me saluda. El encuentro con otro cuerpo y con otra mente me perturba, no se que viaje tiene en sus hombros y no se que imágenes perturban toda su forma; sin embargo se que estoy ligado a ese ser y a todos los que histéricamente dicen vivir.
Camino por inercia al lado de casas construidas con estiércol, son firmes, grandes, calurosas y perfectamente diseñadas para albergar al silencio. Me ha regalado paz para el camino. Cuanta belleza, cuanta humildad elevada, cuantas sensaciones me regala este pueblo, esta tierra, testigo de tantas vidas y crueldades.
Este sitio, este lugar, esta montaña, es una cosa, mi pasado, mi presente y no quiero sellarlo desde ya con la palabra futuro. Será mejor respirar profundamente e imaginar que todo mi cuerpo es alimentado con vida, con aire gratis. Creo que aquí todo es muy profundo, y allí abajo, en la parte mas oscura de su profundidad esta pariendo con nosotros eternamente. Que dolor, que sentencia, es saber que se lidiara con la presencia diaria y estruendosa, de los habitantes. Este lugar los agota, los despierta y los duerme, con el acto de los días. Todo al antojo de la tierra. Nos dejamos llevar por esa línea diaria, y este paisaje montañoso sufre, con saber que fácilmente nos dejamos someter. Ya este lugar es triste y solitario, millones de estrellas la acompañan a distancia, mientras ella llora por nuestras palabras y obediencia.





Finalmente entro en los limites del barrio fúnebre, donde las campanas no doblan, donde los rostros parecen blancos como la nieve que nunca he visto. Me encuentro enfrente de mi casa, saco de mi sobretodo las llaves, que entonan un sonido de cascabel metálico, abro la puerta acelerado por el frió. Estando adentro me quito la ropa, que parece pesar enormes cantidades, seguramente absorbió el viaje y mis cavilaciones.
Estoy desnudo, veo mi cama y encuentro bastante atractivo todo mi viaje, casi perfecto para este escrito. Seco el carriel, acomodo un par de cojines, saco una pluma y hojas en blanco. Dispongo un cenicero, unos cuatro cigarrillos, una veladora vieja y comienzo a extender en la cama cada una de las palabras que me acompañaron en el recorrido por este viejo valle. Seduzco palabra por palabra, hasta que me entregan su jugosa dulzura.

Ya terminado el escrito,
Ya terminado el viaje,
Ya la cobija encima,
Ya el ritual de movimiento,
Ya la magia,
Ya los parpados se cierran y el sueño comienza de nuevo.

Alguien

Y alguien escuchara y sentirá,

Las señales de humo enviadas por sus pulmones,

Las palpitaciones de su corazón como un tambor ensordecedor en la noche,

El susurro de poesía enlodada en llanto,

El sonido del lápiz manchando la hoja en blanco,

El eco del canto de una lechuza en su cueva,

Y nadie escuchara y sentirá su despedida a esas emociones.


Por que el se entrego a la nada, a el todo y su despedida será un fuerte silbido,

Casi tan agudo como su pena.

viernes, 1 de agosto de 2008

Mutación.

Y el cuerpo cambiara a cada paso acelerado que de la tecnología,
Primero se tornara pálido,
Blancuzco será todo su cuerpo,
El sol ya no asomara su cara,
Solo lo veraz en video,
Los estímulos serán un zumbido que sacuda todo tu cuerpo,
Con la intención de no dejar que mueras de quietud.

Cada rincón, antes hermoso,
Será poblado por cables que envían información,
Ya salir a la calle, chocar con un desconocido,
Darle un beso a la señora de la tienda,
Encontrar bella información oculta entre los árboles, nada de eso será posible por que Permitimos que este monstruo tecnológico se apodere de nuestros sentidos,
El aumentara su Tamayo hasta el punto de tragarse todas nuestras sensaciones.

No permitas esta blasfemia,
Conviértete en un caballero, con el libro bajo el brazo,
Con el cuero duro en las manos y los pies,
Con la cara sucia,
Con el cuerpo maltratado,
Seamos peleadores, resistentes a esta falta de contacto,
Y entreguémonos por completo a estímulos reales,
A un beso, una caricia y un golpe fuerte.

Resistamos pues, con un cuerpo maltratado y real.

Benjamín.

Benjamín bajo tranquilo, extasiado y maravillado, por haber conocido una realidad llena de utopías e ilusiones, y no otra donde el terror y el miedo desbordan.
Había sido sorprendido por el amor y por la descripción de los cuentos de la pequeña Maria, no cabía en su imaginación de adultez, que una pequeña niña de ocho años lograra concebir el mundo con tal ternura.
El quiso imponerse un reto (los retos se le convertían en guías de nuevos caminos), quería percibir la simpleza pero a la vez la dificultad de imaginar un mundo de papel, de flores parlantes y de un arco iris echo de crayones.
Benjamín continúo su marcha por la calle caldas y percibió su tono antiguo; dejo caer el llanto del cielo en su rostro, admiro con respeto y ternura a unas devotas que a esas altas horas de la noche pegaban imágenes de la virgen en cada puerta de la cuadra.
Decidió cerrar sus ojos y caminar en medio de la calle, luego los abrió mirando hacia arriba y dos grandes gotas de agua cayeron en cada uno de sus ojos y lo cegaron por un instante, que luego seria eternidad...logro abrir sus ojos con dificultad, y vio dos luceros acercándose rápidamente hacia el; las tres mujeres dieron un grito que trascendió en sus oídos...talvez como un canto celestial.
A la madrugada tres devotas rezaban alrededor de un hombre que yacía sin vida en una camilla, en una sala de urgencias.Benjamín amo ese instante en que vio esos dos luceros, por que extendieron su imaginación a un sueño eterno.