lunes, 5 de enero de 2009

Confesión



Que pasa en estos días, todo parece contagiarse de un Apocalipsis, de un fin seguro y certero. Las imágenes de muertos y de guerra se hacen tan cercanas. Hay un aire diferente por encima de todo, la parca nos viene rondando, acechando. Y este espíritu que contengo se hunde en la depresión, en la fragilidad de cristal. Las cosas que antes ignoraba, hoy me afectan tanto. Como desprenderme de esta suerte, de esta azarosa incertidumbre que hay acoge mi espíritu. Quisiera regresar al tiempo en que reía, en que la felicidad se fundaba en ignorar la tragedia y el dolor. Dar marcha atrás es tan imposible, como imposible es detener el tiempo y dejar de envejecer.
¿Donde esta mi llanto?, ¿porque hoy no lo escucho lamentarse?, de seguro se esconde en mi habitación, pues tiene miedo salir a la calle, a la jungla, donde reina la ley del fuerte, y mi llanto es débil para esas batallas.
Que bueno tener los sonidos musicales, para distraer mi espíritu y montarlo en un cuento de bella tranquilidad y necesario dolor. Esto son solo ideas para el escape, son la ilusión, la esperanza de la huida, es decir esas cosas innecesarias, bagatelas, que emboban.
Confieso que estoy enfermo, que el mundo me enferma, pero de igual manera me sana, confieso que soy tan pequeño como el átomo y tan grande como el universo, aseguro que todos somos uno y nos matamos de a uno.
preparemonos para sufrir, me digo, y le digo al mundo, lastima que seamos sordos.

1 comentario:

luciérnaga furiosa dijo...

Aceituna dice que hay que sacarse los huesos y desordenarlos jugando porque cree que en esos casos hay que deshabitarse para volverse a inventar.

PEro Aceituna es así...
una niña demasiado romántica.