miércoles, 3 de junio de 2009

Cuando Habla Mí otro yo

Tengo un hombro dislocado, tengo la frente llena de sudor, tengo un bulto de piedras en mi estomago y un dolor que no me deja tranquilo en mí cabeza. Todo anda permeado de una terrible desazón, llevo años tratando de deshacerme de esta incertidumbre, pero hay algo que me persigue, un algo que no me deja tranquilo, un no se que. Entonces pierdo la cordura y comienzo a surcar los cielos, a perderme en mundos que nadie desea visitar, mundos que nadie podrá conocer, solo yo y nadie mas que yo habita allí.

Las montañas en estos bellos días de ocio sean convertido en mi refugio, salgo a caminar a encontrar solos a los arboles y a las flores, a mi derredor solo veo un verde feliz de tanto sol y doy un giro con la mirada y nadie visita estos bellos paisajes, los paisajes viven solos sin perturbaciones y me regalan esa paz de convivir en soledad. Estoy en paz. Bajar al pueblo o a la ciudad siempre es un tormento, no puedo lidiar con tanto ruido, a veces creo que quedarme sordo puede ser una bendición, pero otras veces creo que puede ser perturbador no escuchar la música que regalan algunos poetas del lenguaje musical. Llegar a la ciudad verme golpeado por la realidad, bajarme de la nube y comenzar con esos nuevos dolores, ¿que puedo hacer?, hay que lidiar con esto de estar vivo, reconocer que las sensaciones de paz y tranquilidad son cuestiones efímeras, o un tanto fantasiosas, hay que lidiar amigo Cristian, con la alegría y la tristeza de estar vivos, hay que aceptar la ambivalencia que regalan los astros, esos que se esconden en la lejanía.

Así transcurren muchos de los días, es un batallar constante, es un esfuerzo, es un soñar, es un perderse por los laberintos, es sumergirse en las profundidades de las preguntas sin respuestas, es caminar sin pensar donde cae el siguiente paso, es vivir, “Aquí y ahora”.