martes, 25 de noviembre de 2008

Introducción al poema


Proceder primero con cautela a tomar la atención de los presentes, la disposición, es para mí una indisposición. Siento punzantes las miradas en mi nuca. Es un temor que hace tambalear la voz, y traquear el cuerpo. Saber que progresivamente estaré cada vez mas desnudo. Los dedos comienzan un zigzagueo, y la hoja parece un mar picado, enojado. El receptor notara la debilidad, y yo notare que lo notan. Mi cuello parece un juguete con resorte. Mis frases develan la fragilidad, la insípida soledad que condimenta este plato de delicada cerámica.

Ustedes notan ya, mientras leo esta introducción al poema, que me desmorono como un gran monumento empolvado y olvidado. Mientras leo caigo en las garras del temor, porque ser yo ante ustedes, es ser puro y limpio.

No soy ningún personaje, soy yo mismo presente, quien demuestra este hundimiento, la profundidad, con la que asumo este asunto de estar vivo y aleteando.

Los poemas son parte de mi yo, son mi autobiografía, y con esto ya los tengo salpicados del yo, de mi yo. Pero no se alarmen, que el yo que esta presente no mancha, tal vez encante un poco. Me permito en esta estable inestabilidad, a leer el yo de mi poema.

El poema

Un profeta y un enamorado,

un cactus y un árbol que dialogan,

el amor y la sentencia disputan

el puesto principal dentro del cuadro que se pinta,

es una lucha de arcoíris,

es lluvia de multicolores.

Que suave es la discusión,

pero se ven llegar fusiles de madera,

se ven pasear las doncellas,

delicia prohibida por la paz.

El profeta, con destreza indica el porvenir

de un amor que venera la esperanza y la convierte en sentencia.

el enamorado eleva las mariposas a su coronilla,

las convierte en corona.

pero no hay enojos en cada paisaje,

por que son igualmente musicales,

son igualmente posesiones de tragedia amorosa.

Ahí termina el poema, ahí acaba mi peña desnudez, ahí queda la resonancia de palabras pasadas, y que sean recuerdo ya es un cumplido y un halago. Continuar la noche o la tarde en otras ocupaciones es deber del otro, así que este poema es solo una pausa para el desprendimiento de este acrecentado temor a perder la nuca y la cabeza frente a ustedes.

Maldita la despedida, bienvenido el reencuentro y la entrega. Ahora quedo despojado, desarropado, y un poco libre.

Pues someterse a la atención de los atentos, es mantener en las manos tiempo valioso de vida.

Que confianza le otorga el escucha al emisor. Es un acuerdo de intimidad, que se teje espontáneamente.

El cierre de esta desnudes, es continuar vestido con el silencio. Pues que sea el silencio, el locutor que deduce al final de esta reciproca entrega, una tristeza.

Algunos comentarios afloran, otros tantos quedan como semilla, y con la mirada perdida, alguno quedara con la impresión del vacio, pero algo queda en ti, compadre lector. ¿Lo sientes ahora?.